Per a quan uns NOTARIS SENSE FRONTERES? :-O EL PAÍS 05.04.07. Fronteras
Lo que parece cierto es que cuando hablamos de fronteras hablamos de límites no siempre reales. Hablamos de barreras levantadas entre personas que responden a criterios muy aleatorios. Hablamos de una metáfora que ha causado terribles consecuencias. Levantamos fronteras entre hombres y mujeres, entre jóvenes y mayores, entre blancos y negros, entre ricos y pobres, entre los de dentro y los de fuera, entre los que comen cerdo y los que no lo comen, entre los que creen en nuestro Dios y aquellos que tienen otro o simplemente prefieren no tener ninguno. Y más allá de todo esto, hemos creado la peor de las fronteras: la frontera entre las personas y las no personas. Estamos rodeados de fronteras mentales y materiales. Físicas y psíquicas. Culturales y sociales. Queremos saber más o tener más, para poder así superar nuestras propias limitaciones, nuestras propias fronteras. Pero cuanto más sabemos o más tenemos, más conscientes somos de los nuevos límites que nos rodean. Y así, dibujamos fronteras cada vez más cercanas, como si la única seguridad la pudiésemos encontrar quedándonos solos o aislados en esa residencia de Sitges de alto standing a la que se acaba de autorizar para que alce nuevas fronteras en lo que antes era espacio público. Vivimos en una época sin fronteras en Internet, en las Bolsas o en las ideas. Pero vivimos también cada vez con más fronteras que separan culturas, saberes y voluntades. Levantamos muros que resultan patéticos cuando nadie se los acaba creyendo. Organizamos el mundo en fronteras, pero son cada vez más los que cruzan y traspasan fronteras haciendo turismo o simplemente tratando de sobrevivir. Reconocemos que la creatividad está en la frontera y la mezcla. Pero sólo aceptamos esta realidad cuando hablamos de música o de comida, y casi siempre consideramos inadmisibles o inasimilables a las personas que cantan estas canciones o cocinan estas comidas. "Personas sin fronteras" sería la organización por crear cuando aceptamos que toda frontera interna o externa nace con nosotros y acabará con nosotros. Y eso simplemente equilibraría un poco el actual despelote del dinero sin fronteras.
Si uno se asoma al buscador más celebre y le ordena hurgar en el término fronteras lo que más sobresale en sus primeras páginas es la cantidad de gentes, grupos y colectivos que se autodenominan "sin fronteras". Por supuesto médicos, pero también arquitectos, veterinarios, bomberos, payasos, ingenieros, economistas, reporteros, educadores, danzantes, discapacitados e incluso galgos, presentan orgullosos sus credenciales sinfronteristas. Todo esto indica a buen seguro, la voluntad de expresar su solidaridad, sus ansias de colaborar con otros seres más allá de las fronteras trazadas por el orden internacional. La sensación sería "por encima de muros, banderas, alambradas, mares o culturas, nos sentimos parte de una misma humanidad, que sufre de manera parecida percances, miserias y contratiempos".
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