Treinta años de Hábitat I: ya basta con el modelo neoliberal de las ciudades!
Construir otras ciudades es posible por un nuevo pacto social urbano basado en los habitantes. La quiebra del modelo neoliberal sobre las ciudades.A treinta años de celebrada la primera Cumbre Mundial “Hábitat I”, en Vancouver los pobladores, los ciudadanos del mundo, constatamos un retroceso muy marcado de las condiciones de vida así como de los derechos inalienables que tenemos todos sus habitantes. Al cabo de este tiempo no se ha cumplido ni siquiera de manera muy parcial con los objetivos y metas allí trazadas: el 15% de la población mundial está bajo desalojo a causa de las inversiones extranjeras en los países endeudados o en transición hacia la economía de mercado (como el caso de Karachi, Mumbai, New Delhi y Istanbul), las privatizaciones del sector y la liberalización del mercado inmobiliario (en gran parte de Europa, Rusia incluida, y EE.UU.), por limpiezas étnicas (desde la ex Yugoslavia hacia el Reino Unido), ocupaciones y guerras (Palestina y otras), especulaciones humanas sobre los desastres naturales, como en el caso del Tsunami y de New Orleans. Este muestra que ha fracasado también el objetivo n.º 11 de las Metas del Milenio de las Naciones Unidas que establece que tienen que ser mejoradas las condiciones de las viviendas de 100 millones de personas para 2020. Siendo realistas esta previsto que, en cambio, habrá 700 millones de chabolistas más. La principal razón de ello ha sido el fracaso de las estrategias facilitadoras y subsidiarias que asignaron el principal rol en materia de hábitat y desarrollo urbano al mercado, que debía auto-regularse y corregir los desequilibrios existentes. Lejos de mejorar las condiciones de vida y de habitabilidad de las mayorías de las ciudades, la globalización neoliberal ha traído nuevos problemas derivados de la mercantilización de los territorios y los servicios esenciales, y del dispendio de recursos vitales agotables como es el caso del agua. Este fenómeno está llevando a una pérdida acelerada de identidad de las comunidades humanas y de sus territorios, a una mayor segregación y marginalización de los habitantes de menores recursos, a la violación de derechos fundamentales de la persona y colectivos tales como la vivienda y la participacion, al alza indiscriminada de los precios del suelo urbano, a la puesta en marcha de desalojos masivos, y a la eliminación de contrapesos y regulaciones elementales, que caen derrumbados ante el embate de los grandes capitales. Junto con todo ello, las políticas neoliberales y los programas de ajuste estructural han alentado la privatización de los servicios públicos en todo el mundo y la transferencia de obligaciones elementales a las comunidades locales, ya sea a través de los gobiernos locales o de la comunidad organizada, circunscribiéndose el Estado a una labor subsidiaria insuficiente y a la focalización de las políticas de asistencia para atender a los más pobres, cuyo número sin embargo se ha incrementado en todas partes en el último decenio. Hoy día las inequidades son mucho más profundas a tal punto que ha sido puesta en cuestión la “gobernabilidad” de las ciudades donde crecen con fuerza cada vez mas dos mundos relacionados pero distintos: el formal y el informal, que crecen con sus propias normas, con sus propios códigos. En este contexto la idea de basar las políticas públicas en la formalización de los informales por medio de la simplificación de normas administrativas, y con la progresiva desaparición de la referencia al "derecho a la vivienda” también en los textos de UN-Hábitat, es de una superficialidad o ingenuidad impresionante. El imperio del capital en las ciudades del tercer mundo, no puede sino terminar modelando en ellas la espeluznante premonición que hiciera George Orwell en su famoso “1984”: ciudades policíacas donde se controla a millones de individuos miserables que sobreviven con gran dificultad en los alrededores de la ciudadela oficial. Sólo quienes no conocen las penurias que padece la gran mayoría de la población urbana en los países llamados en desarrollo, tales come en Lima, Sao Paulo, Mexico D.F., Buenos Aires, Abuja, Nairobi, Harare, pueden encontrar esta afirmación como exagerada. Y en lo que se refiere a las ciudades del “primer mundo”, o en transición hacia la economía de mercado, cualquier observador externo puede percatarse del proceso acelerado de “tercer mundialización” que experimentan año a año, no sólo debido a la migración creciente sino al propio deterioro de sus condiciones de existencia, a la creación de ghettos, que dieron origen por ejemplo, a las recien revueltas de la población joven de los barrios pobres de París, y de los habitantes de Bejing en contra de las destrucciones debidas a los Juegos Olimpicos. Y observamos también cómo ciudades históricas expulsan a sus habitantes y pierden el dinamismo de la vida en comunidad, tales como Venecia, Rennes, o Aachen, vaciándose de significado y hasta de contenido. Llamado para un nuevo pacto social urbano El desarrollo armónico de las ciudades, el respeto de los derechos fundamentales de las personas y el mejoramiento de las condiciones de vida de sus poblaciones, exige hoy más que nunca el establecimiento de un nuevo pacto social urbano que concierne a todos (associaciones de habitantes y movimientos sociales urbanos, autoridades locales y gobiernos, investigadores militantes y otros operadores) compartiendo principios (vivienda y ciudad como derechos, intervención pública, sustentabilidad, igualdad y no discriminación). En este pacto la autonomía y las diferencias de los actores deberian ser consideradas como parte de la soluccion de los problemas, no como problemas de cancelar por el mercado y la policia. Por lo tanto, este nuevo pacto social urbano implica ponerse de acuerdo en torno: al significado, material y simbólico, que tiene la ciudad para sus habitantes, para la región, para el país, para el mundo; a principios comunes que hagan viable una vida civilizada en su interior, con equidad de género y económica, en paz, con armonía y con sabiduría para administrar los conflictos como recursos. Entre otros: • Respeto de los derechos individuales, collectivos en/de la ciudad • No discriminación racial, social, economica y de genero • Carácter colectivo de los bienes públicos • Papel fundamental del sector publico y de la participacion para regolar y controlar el mercado • Limitaciones de la propiedad de acuerdo a las necesidades y a los intereses del conjunto, sobretodo en materia de bienes escasos como son el agua o la tierra. • Planificación participativa del desarrollo • Democracia local y subsidiariedad activa En lo que se refiere específicamente a la vivienda y al desarrollo urbano, se debe tener en cuenta que los problemas urbanos y de hábitat tienen características específicas de acuerdo a cada realidad concreta, y que – por lo tanto – el planteo de soluciones debe ser flexible, adaptado a las circunstancias, con un enfoque que parta de lo local y de las necesidades de mejoramiento que existen en cada territorio, y deben ser diseñadas con participación activa de los habitantes y sus organizaciones y no a espaldas o en nombre de ella. La aplicación de políticas uniformes de vivienda que promueven los organismos multilaterales y que no pueden ser modificadas por los países “beneficiarios”. Pero para ello es necesario que los estados nacionales, sobre todo en los países del sur, tengan posibilidades de contar con los recursos necesarios para que los programas adecuados a las necesidades reales de la gente tengan posibilidades de hacerse realidad. Desde esa perspectiva los movimientos sociales hemos estado proponiendo medidas prácticas tales como la imposición a las transacciones inmobiliarias especulativas y la creación de fondos populares para el mejoramiento de la vivienda, por ejemplo mediante fondos provenientes de la cancelación de la deuda externa. Sobre estas bases hacemos un llamado a Hábitat NNUU a acercarse a la gente, a renovar su vocación de servicio y su sensibilidad social, a dejar de lado filosofías privatistas y su fe inconmensurable en el mercado que tanto daño le ha hecho a los más pobres. En este treinta aniversario de Hábitat I, proponemos empezar un nuevo camino de diálogo en el que de una vez por todas se escuche realmente la voz de los habitantes, los verdaderos hacedores de las ciudades que hoy no tienen voz. Construir el espacio unitario de los movimientos sociales urbanos: hacia la Asamblea Mundial de los habitantes Este llamado será más fuerte a todos los niveles si los habitantes deciden conquistar los espacios y la legitimidad que le han sido negadas. Por lo tanto reforzamos la propuesta, lanzada durante el Foro Social Mundial, de construir el espacio unitario de las asociaciones y los movimientos sociales urbanos, que cuenta hasta ahora la adhesión de más de 200 organizaciones de más de 30 países: intercambio de experiencias, elaboración de estrategias comúnes, campaña de solidaridad global como la Campaña Desalojo Cero. Por lo tanto lanzamos un llamado a todos, organizaciones y redes, a organizar unitariamente en todo el mundo las Jornadas Mundiales Desalojos Cero y por el derecho a la vivienda (octubre de 2006) con ocasión del Worl Hábitat Day de UN-Habitat. Éstas serán una ulterior etapa para reforzar la voz de los habitantes frente a las contrapartes, pieza fundamental en la construcción de la Asamblea mundial de los Habitantes, de construir con los ritmos de los barrios, del nivel local/nacional/continental, que debería dar vida a la Via Urbana. Vancouver, 19-23 de junio de 2006
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