21 febrero 2008

Respuesta al primo de Rajoy

Por clima hay que entender el estado característico o medio de la atmósfera en un lugar o región

Javier Martín-Vide [Catedràtic de Geografia Física de la Universitat de Barcelona]

Font: El Periódico 16/02/2008.

http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=483559&idseccio_PK=1006

JAVIER Martín-Vide*
Si hay una preocupación clave sobre el tiempo meteorológico, que arranca en la noche de los tiempos de la humanidad y, sin interrupción, llega hasta hoy, constituyendo la idea que hila toda la historia de la meteorología, esta es la de saber qué va a depararnos la atmósfera al día siguiente. El interés por el futuro meteorológico, que no es ajeno al interés general por nuestro futuro personal, llevó a nuestros antepasados a desarrollar unas capacidades muy finas de observación del cielo y sus signos. Seguro que nuestros abuelos en la prehistoria escudriñaban el cielo al atardecer, para descubrir en los arreboles del sol poniente, en el olor del aire, etcétera, señales de cómo sería el tiempo del día siguiente. Y ello con un sentido utilitario: del tiempo meteorológico podía depender el éxito de la caza o la recolección de frutos.

La previsión meteorológica, es decir, la que trata de responder a la pregunta de qué tiempo hará, solo tiene un nivel de acierto elevado hasta unas 72 horas (tres días) y, con mayor margen de incertidumbre, hasta unos siete días o poco más. Después de este plazo, no existe modelo meteorológico ni procedimiento alguno que pueda darnos una respuesta con un buen grado de precisión y confianza. La atmósfera tiene un comportamiento caótico, que imposibilita pronosticar el futuro meteorológico a poco más de una semana vista. ¿Cómo, entonces, atreverse a hablar del clima de dentro de 50 años o de fin de siglo?

La clave de esta aparente paradoja está en diferenciar dos conceptos, tiempo y clima, a menudo usados como sinónimos, incluso en los medios de comunicación. "¿Cómo está el clima esta ma- ñana?", se oye a veces. "El partido se suspendió por las adversas condiciones climatológicas", se lee a menudo. En estas frases son el tiempo y sus coyunturas, las meteorológicas, las que se tratan de averiguar o las que causan la suspensión del acontecimiento. Porque el tiempo es el estado de la atmósfera en un momento y lugar determinados; estado, por tanto, coyuntural, cambiante. Por clima hay que entender el estado característico o medio de la atmósfera en un lugar o región; estado estructural, permanente por largo tiempo, aunque pueda cambiar.

LAPREVISIÓN del clima de dentro de 50 años no trata de responder a la pregunta de si en una fecha determinada, por ejemplo, el Domingo de Pascua del 2058, lloverá o no, o hará mucho o poco frío en un lugar. Eso sería intentar predecir el tiempo en tan lejana fecha, algo del todo imposible, incluso para la próxima Semana Santa. Una previsión del clima para dentro de 50 años nos dará los valores medios de temperatura, precipitación, etcé- tera en la región considerada o en el conjunto del planeta. Y ello es posible con los modelos climáticos.

Un ejemplo permite comprender la diferencia: las partidas en las máquinas del millón. El popular juego de las bolas impulsadas por un muelle, con dos botones que permiten manejar sendos resortes para evitar que la bola caiga por un agujero y finalice la partida, sirve muy bien a nuestros intereses. Cualquier jugador con cierta práctica es capaz de adivinar dónde rebotará la bola una, dos o tres veces, o poco más, según el estiramiento dado al muelle para poner la bola en juego. Sin embargo, será incapaz de saber dónde se producirá un rebote posterior, pongamos el décimo y, mucho menos, el que hará el número 1.000, si la partida no se hubiera acabado. La adivinación del jugador corresponde al pronóstico meteorológico, posible para pocos rebotes, o, en nuestro caso, a un plazo de pocos días. Imposible saber cómo se producirá el rebote milésimo, o, lo que es lo mismo, nada que decir cabalmente sobre el tiempo de esa Semana Santa lejana del 2058.

SIN EMBARGO, el tablero de juego, inclinado suavemente hacia el lado del jugador, donde se halla el agujero por el que finalmente cae la bola, produce siempre unos comportamientos de la misma relativamente parecidos, a pesar de la multiplicidad de rebotes y movimientos. La inclinación condiciona cuán rápida es la partida, cómo se dirige la bola hacia el agujero si no media la acción del jugador, etcétera. Es decir, el comportamiento general o característico, el clima actual en la metáfora. Pues bien, si ladeamos algo la máquina, elevándola por un lateral, seguiremos sin poder entrever dónde se producirá ese rebote 1.000, pero sí que sabremos que la bola tenderá a dirigirse hacia el lateral opuesto, condicionando algo cada rebote y, en conjunto, la partida. Sabremos cómo serán esas características generales de la nueva partida o de las partidas futuras, es decir, conoceremos el nuevo clima o el clima del 2058.

Siguiendo con la metáfora, en la actualidad el ser humano ha elevado uno de los lados de la máquina del millón, al alterar la composición química de la atmósfera, y eso comienza a producir partidas distintas, con un sesgo en los movimientos de la bola hacia el lado opuesto, y con, entre otros efectos, una elevación de la temperatura. Está cambiando el clima y seguirá cambiando en el futuro de no mediar una acción decidida de control de nuestras emisiones contaminantes; seguirán las bolas cayendo hacia un lado si no reequilibramos la máquina del millón.

No hay comentarios: