¿Por qué no cambiamos las ciudades?
JOAN SUBIRATS 24/01/2008
Font: http://www.elpais.com/articulo/cataluna/hablamos/ciudades/elpepiespcat/20080124elpcat_3/Tes
En esta extraña campaña electoral, tengo la sensación de que la gente sigue sin demasiadas ilusiones el acontecer diario de las estrategias de cada partido, en un espectáculo del que conocemos rutinas y liturgias, y del que sólo desconocemos el final, o quién se casa con quién. En el país vecino, Francia, están también en campaña electoral, pero en este caso se trata de las municipales. La primera vuelta se realizará el mismo día de las elecciones generales españolas, el 9 de marzo, y una semana después, la segunda vuelta en caso de que sea necesario. Los más de 30.000 municipios franceses han sido y son centrales en la vida política de ese país. No hay demasiados precedentes de destacados políticos franceses que no hayan batido el cobre en la política local antes de ir escalando posiciones en otras esferas de gobierno, manteniendo casi siempre sus responsabilidades locales. La crisis de las banlieu, y su reiterada aparición en la agenda política, ha obligado a que la campaña se centre en la necesidad de replantear el papel de los gobiernos locales, aumentando su protagonismo, y su capacidad de intervención. Sarkozy ha propuesto la creación de un ministerio específico para las ciudades, subrayando así el relieve de los temas urbanos en la agenda política y social francesa.En esta extraña campaña electoral, tengo la sensación de que la gente sigue sin demasiadas ilusiones el acontecer diario de las estrategias de cada partido, en un espectáculo del que conocemos rutinas y liturgias, y del que sólo desconocemos el final, o quién se casa con quién. En el país vecino, Francia, están también en campaña electoral, pero en este caso se trata de las municipales. La primera vuelta se realizará el mismo día de las elecciones generales españolas, el 9 de marzo, y una semana después, la segunda vuelta en caso de que sea necesario. Los más de 30.000 municipios franceses han sido y son centrales en la vida política de ese país. No hay demasiados precedentes de destacados políticos franceses que no hayan batido el cobre en la política local antes de ir escalando posiciones en otras esferas de gobierno, manteniendo casi siempre sus responsabilidades locales. La crisis de las banlieu, y su reiterada aparición en la agenda política, ha obligado a que la campaña se centre en la necesidad de replantear el papel de los gobiernos locales, aumentando su protagonismo, y su capacidad de intervención. Sarkozy ha propuesto la creación de un ministerio específico para las ciudades, subrayando así el relieve de los temas urbanos en la agenda política y social francesa.
No me parece que en las elecciones españolas ése sea un tema significativo. Estamos demasiado ocupados en cuestiones mucho más importantes: la unidad de España, la presencia de Pizarro y el bofetón a Gallardon, o la letra del himno patrio. Pero, si examinamos lo que ha ido sucediendo en España, la cosa merecería mucha más atención. La sociedad española ha sufrido procesos de urbanización sin precedentes. Si en 1900 un 50% de la población vivía en pueblos de menos de 5.000 habitantes, en el año 2001 ese porcentaje era del 15%. Tenemos 20 aglomeraciones urbanas extensas, con más de 250.000 habitantes, y cinco de ellas superan el millón. En este sentido España sigue la evolución mundial, ya que si en 1950 el 29% de la población mundial era urbana, en 1990 alcanzó un significativo 50%, y se calcula que en 2025 puede llegar al 75%. Las ciudades reflejan y concentran los valores, los problemas y las alternativas del conjunto de la sociedad hoy en el mundo y también en España.
Los grandes procesos de cambio de la sociedad española, en campos como el trabajo, la familia o la estructura social, han afectado de manera muy intensa a las ciudades. Es en las ciudades donde se concentran problemas y oportunidades, donde conviven procesos crecientes de individualización con dinámicas de segmentación social que tienden a separar funciones y personas. Podríamos decir que son las ciudades las que necesitan más -y más innovadora- capacidad de intervención y son esas ciudades donde, tras casi 30 años de gobiernos locales democráticos, se constata la falta de recursos y de capacidades intregrales de respuesta. Las políticas urbanas tradicionales, muy basadas en la planificación y el control de los usos del suelo (políticas urbanísticas), se ven impotentes para responder a los nuevos retos. Y tampoco son suficientes las estrictas políticas locales, hechas muchas veces desde una lógica muy restrictiva y poco capaz de plantearse problemas que las desbordan y que escapan de sus límites competenciales y territoriales. La gente transita a diario por un territorio en el que se entremezclan problemas y temas que afectan a sus vidas de manera directa. Ese espacio, ese territorio, es casi inevitablemente urbano. ¿Cómo repensar, pues, problemas y políticas de respuesta desde una perspectiva que reconozca la significación del espacio, del territorio en el que ello sucede, y que al mismo tiempo quiera mantener una perspectiva integral que permita abordajes más eficaces aprovechando el factor de proximidad? Se ha argumentado que la variable territorial es muy significativa a la hora de establecer la distribución de las oportunidades vitales y de consumo, y que es justamente en esas coordenadas territoriales donde se produce la tensión entre las funciones de las áreas urbanas como medio residencial para la población y los usos de esas mismas áreas como palancas de acumulación para otros sectores, todo ello en pleno debate sobre la sostenibilidad de las ciudades atendiendo a su evidente huella ecológica. Desde esta perspectiva se enfatiza el papel central del territorio tanto en nuevos procesos de acumulación en la economía globalizada, como en su calidad de soporte concreto y específico del bienestar de la ciudadanía.
Cada territorio concreto se ve afectado por un conjunto de políticas e intervenciones que descienden desde distintas esferas de gobierno marcando su desarrollo y las interrelaciones concretas de sus habitantes y su calidad de vida. Por otro lado, muchas ciudades se han ido convirtiendo en growth machines en las que se juegan los equilibrios de poder entre élites económicas locales, nacionales y globales que compiten por determinar usos y apropiarse de las plusvalías de sus crecimientos y restructuraciones. Se ha ido pasando de la idea de políticas urbanas centradas en asegurar el máximo bienestar ciudadano, a políticas urbanas que pugnan por generar mayor competitividad del territorio en cuestión, para así generar después oportunidades de bienestar a sus habitantes. Se ha ido, pues, subordinando el papel de las ciudades como contenedoras de infraestructuras sociales, para primar sus aspectos de competitividad global. Y ello es ya así en todo el mundo.
Estamos, pues, en momentos de profunda reconsideración de las políticas urbanas, al no sernos útiles las aproximaciones tradicionales -de carácter específicamente urbanístico-, precisamente cuando parece ser más decisivo el rol territorial-urbano en los desarrollos contemporáneos, y cuando las políticas locales en sus coordenadas actuales son también insatisfactorias. Se necesita repensar las ciudades, y hacerlo de manera que las distintas esferas de gobierno puedan participar e influir. Tenemos ahora la oportunidad de hacerlo. Necesitamos un foco de atención específico en las ciudades que pueda impulsar esa tarea desde el gobierno del Estado, desde una lógica no jerárquica, sino buscando la articulación del resto de instituciones y actores, y con el objetivo inequívoco de reforzar las capacidades de gobierno de las ciudades y los espacios urbanos.
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